*Leer esto escuchando la canción I Can't Make You Love Me de Bon Iver*
Había dos flotando por ahí. Existiendo y dejándose ser. Dejándose llevar. La sensación de paz era eternamente bonita. Vivían en un universo distante, ajeno a todo y a todos. ¿Vieron cuando sienten que todo está saliendo bien y eso por un momento les llena el corazón? bueno, en sus corazones esa sensación era permanente. Cuando cerraban sus ojos seguían mirándose el uno al otro, y cuando se agarraban las manos, ah, ¡Qué descarga eléctrica de la emoción que sentían! No sólo existían, sino que cohexistían. Cohexistían de forma inocente, pequeña y casi invisible. No eran notorios, o importantes, siquiera recordables. Pero eran.
En un momento, ese universo perfecto y calmo que habían construído se quebró. Una pequeña grieta, casi imperceptible apareció. Paulatinamente su existencia casi coordinada empezó a tener más grietas. Más quiebres, más baches, más inestabilidad. Es como si esa grieta que al principio no pareció ser nada cada vez se hubiera ramificado más y más sin que los pobres se dieran cuenta.
La sensación de paz eterna fue reemplazada por una desconcertación muy confusa. Todo lo estable se volvió frágil y cada palabra lo valía todo. Cuando cerraban los ojos sólo querían no abrirlos más para hacer desaparecer su nueva realidad y volver a la antigua. Era todo tan triste. Nunca más iban a volver a sentir esa quietud, su universo se iba a romper definitivamente y ellos no tenían donde caerse. Después de todo, eran todo lo que tenían.
Algo cambió. Miraron a su alrededor y no reconocían donde estaban. ¿Qué es esto? ¿Qué pasó con nuestro mundo de antes? ¿Qué nos trajo acá? tantas preguntas que nadie más podía responderles... Era terrible.
De repente los dos que estaban flotando por ahí viviendo y cohexistiendo en un mundo perfectamente pacífico se convirtieron en dos personas que se estaban mirando el uno al otro por primera vez. Eran una chica y un chico. O dos chicas. O dos chicos.
Y se descubrían, se admiraban, se tocaban, se entendían. Se empezaron a entender. Se miraban y se sentían. Empezaron a descoordinar tanto que en vez de parecerles trágico les daba un poquito de gracia. Cuando se agarraban las manos ya no sentían una corriente eléctrica, sino que sentían esa paz que se les había esfumado de sus corazones hace rato.
Cuando ya abrieron los ojos y entendieron, y se entendieron, y lo entendieron todo, no hubo nada que los pudiera parar. Ni las grietas, ni los pozos, ni las piedras, ni la más mínima cicatriz. Porque se entendían y porque lo entendían.
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