Un cantante. Un compositor. Este término; "cantante" le queda absurdamente corto. No hay una palabra que describa lo que el le atribuyó a la música, y con lo que progresó en el rock. El es un artista. El es un rockero. El creador del rock alternativo, el rock grunge.
El rock no es sólo un género musical de los veinte millones que hay.
El rock une personas. El rock es un sentimiento. El rock es movimiento.
El rock es música puesta con el corazón de un rebelde, un subordinado, un incomprendido.
¿Y que era Kurt Cobain? Un rebelde, un subordinado, un incomprendido, que creaba rock, lleno de letras manchadas con el aroma de la droga. Y sí, Kurt era un drogadicto. Pero, así como para algunos era un estúpido que se la pasaba drogado y nunca podía decir algo coherente, para otros -y me incluyo- es casi como un dios. Como una especie de culto, de persona a la que hay que benerar.
Pero Kurt no buscaba esto. ¿A él que carajo le importaba ser un Dios para los amantes del rock? Él solo se expresaba cantando, y tocando la guitarra, le emocionaba, le daba un proposito de vivir.
Kurt odiaba a sus fans. A todos ellos. Le ponía terriblemente incómodo la atención que le daban. Ser el cantante y la cara de Nirvana, no le gustaba. Para nada. Sospecho que esa humildad contribuyó a que se sientiera solo.
El cuenta que siempre se sintió solo. Como con un vacío. Deprimido, sin ganas de nada, egoísta, y repelente a los que lo amaban.
Tenía tanto para dar. Tanto para mostrar. Tanto para hacer y descubrir. Fue tan egoísta lo que hizo. Tan terriblemente egoísta. Dejó a una familia sin padre y marido. Dejó a un padre sin nieto, a un tío sin sobrino, a un hombre sin amigo. Dejó a mil millones de fans sin rockero. Tenía ganas de hacernos sufrir, eh. Muchas ganas.
Hasta que, claro, se le fueron las ganas. El 5 de abril de 1994.
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