Para unas, son un misterio. Para otras, son un milagro. Y para algunas, son un error de la naturaleza. Para mi son las primeras dos cosas. Un misterioso milagro.
Ellos pueden llegar a hacerte sentir todo tipo de emociones: deseo, odio, amor, impotencia, ternura, alegría, tristeza, enojo, rabia, dolor.
Ellos son la caricia al corazón, el mariposeo al cuerpo, el suspiro al alma y el enigma al cerebro.
Y los hay de todos los gustos: altos, bajos, gordos, flacos, rubios, morochos, tiernos, duros, feos, lindos, inteligentes, bobos, sexys, torpes, etc.
Lo importante es tener buen ojo y elegir al correcto. Así como en la ropa. Si una le quiere comprar a su mejor amiga una remera y tiene mal ojo, no va a saber qué elegir. Pero, si tiene buen ojo y presta atención va a elegir la mejor remera del mundo.
Los chicos son un dolor de cabeza, son bobos, son inmaduros, son vagos y nos sacan de quisio, pero no podríamos vivir sin ellos.
¿No es intrigante? Que una cosa que te moleste sea indispensable. Sería como dicen: "Del amor al odio hay un solo paso."
Las novelas y series nos idealizan con que sí existe el chico perfecto, que sólo hay que saber buscarlo. Para mí, no existe el chico perfecto. Existe el chico justo y adecuado para cada una, y son fáciles de encontrar. Solo es tener buen ojo.
Son un terreno indomable, un campo de batalla, una jungla desconocida... indispensables. Pero, al final, eso es lo que nos acaba gustando, ¿no?
Si fueran predecibles y entendibles ¿que gracia tendría buscarlos?
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