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jueves, 27 de octubre de 2011

Molotov bomb.

Empieza a escribir su pared. Comienza con un corazón y un nombre. "Bruno". Luego, pone una frase de su canción favorita. "Who is the one who likes all your pretty songs?". Pone una reflexión. "Revolución tiene que ser imperfecta. Anarquismo". Sigue con un dibujo. Una chica solitaria con la mirada perdida y un osito de peluche en la mano. Intentando aferrarse a su niñez. No queriendo ser una "niña grande". Se mira al espejo que está al lado de su ventana y se examina. Mira sus ojos marrones, ni grandes ni chicos, qué expresaban tantas cosas, tantas palabras que quería gritar pero no podía. Tantas veces que la callaron. Estudia su nariz perfecta y su boca medianamente carnosa. La forma de su cara es perfecta, y si le sacaran una foto de los ojos para abajo, sin mostrarlos, podría estar en una revista. Pero ella odiaba sus ojos. A pesar de que tenía pestañas tan curvadas que no necesitaban rimmel, y que la gente le decía que tenía una mirada expresiva... no le gustaban. Los llenaba de rimmel y deliñeador para agrandarlos y sentirse mejor. Linda. Aunque ella sabía que no lo era. Aunque todos le decían que sí lo era, ella no lo sentía asi. Era difícil creerles. No le quedaba bien el pelo detrás de las orejas. Cuando se hacía colitas, de un lado le quedaban lindo y de otro parecía pelada. Decían que tenía un perfil perfecto. Baja la mirada hasta su estómago pensando en agua, gimnasio y galletitas. Se odia. Hace un enorme circulo en la pared, y escribe dentro "La perfección es imperfecta y está dentro de nosotros mismos". Típica frase de chicas cursis, pensó. Ella no era así. No era una chica cursi. Odiaba las cursiladas y el amor. Bueno, el amor no tanto. Su mamá llegó, entra a su habitación y ve las paredes todas escritas. Y su hija, sentada en el suelo, contando una por una las píldoras de color violeta. Violeta.

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