Mi inteligencia se reserva cuando estoy en público pero explota cuando estoy sola. A veces parece que no la tuviera, que se hubiera perdido para no volver nunca o que no me molestara en usarla. Pero en realidad, todo el tiempo la estoy usando. La ejercito y practico para hacerla mejor.
En cambio, mi mediocridad. Ah, mi inmensa mediocridad. Mi mediocridad está mucho más ejercitada que mi inteligencia. Mi mediocridad sí que ama ser el centro de atención y estar mostrándose a cada momento. Es un poco tímida a la hora de hablar, pero que se nota, se nota.
Mi mediocridad y mi inteligencia se pelean a veces, ya que una cree que no es justo que la otra gobierne en mi cerebro. A mí me cae bien mi inteligencia, pero soy cómoda en mi mediocridad.
Eso es lo más triste. Soy cómoda en mi mediocridad.
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