La era de la luz. Desearía que pudieras quererme tanto como
yo me quiero. Y desearme. Y amarme. Y entenderme. Y enigmarme. Y perpetrarme.
Pero nunca habrá otra chance. Te satisfice con mi soledad.
Y los soles se van apagando. Y las lunas se van muriendo. Y
las estrellas se van quemando. Y dios está harto de esperarme. Y el futuro ya
no aguarda. Y el sentimiento se pierde. Y la corrupción se clandestina. Y el
asombro se acostumbra. Y la locura se adapta. Y la ira se tranquiliza. Y la
agonía se hace pacífica. Y la decepción
se esperanza. Y el huracán ya no arrasa. Y el grito no se escucha.

¡Calma! Nadie te está apurando.
¡Calma! Nadie te está reclamando.
¡Calma! ¿Por qué te pone tan nervioso hablar conmigo? No me
estás prestando atención, ¿verdad?
“En algún rincón de mi mundo donde ya no corre el tiempo, ni
minutos ni segundos, ni guiones ni argumentos, ni vientos de norte helados, ni
llantos por penas negras, ni gatos por el tejado, ni paz ni después guerra.
Donde no cumplo condena, donde no escucho sirenas, donde me quedo un ratito
para recapacitar, guardo mil noches en velas”.
Te mienten en la cara y te patean en el orgullo rodeándote
de tus temores. La dosis de adrenalina en el peligro me hace querer cortarme la
garganta en cualquier momento. ¿Quién no ama disfrutar ese sensual coqueteo con
las hormonas alocadas cuando se hace algo que no se debería estar haciendo?
Estoy despertando a mis instintos para incitarlos a
arruinarme. No puedo retroceder pero puedo volver al tiempo donde todo me
importaba un carajo. No me quiten mi vida, es lo poco que puedo afrontar como
certero. Mis recuerdos vienen y se
esfuman como si estuvieran probándome que no tengo nada a qué aferrarme. Lo
hice todo mal y sé que es estúpido porque pasó mucho tiempo, pero tengo una
corazonada que indica que todo puede recrearse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario