Hay cosas de ella que nunca me voy a olvidar. La forma ovalada de sus uñas mal pintadas, su pelo sedoso y lacio que ahora está larguísimo, sus ojos verde amarillentos, los hoyuelos que se le formaban cuando me sonreía y su risa de nena chiquita. El paso del tiempo no la cambiaba, ella seguía tan hermosa como la recordaba. Seguía teniendo el tic de mover la pierna sin parar cuando se sentaba, tocarse la nariz cuando mentía y acomodarse el pelo cada dos segundos. Fumbaba a escondidas y le encantaba comer caramelos. Tenía un novio que no la merecía y amigos que no la valoraban.
Ella tenía una forma de ser muy extraña. Nunca entendí si era gótica o qué, pero su onda era de ese estilo.
Su vida era muy simple y seguramente igual a la de muchas chicas más, así que probablemente quieran saber (o no) qué tiene de interesante para mí como para relatarla. Es que ella se fue. Nunca más supe noticias suyas y probablemente no la vuelva a ver por un largo tiempo, pero el otro día reapareció. Volvió a hacerme sentir completa solo como ella podía hacerlo. Realmente sentí que era plena, hasta que me dejó otra vez.
No es justo.
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