"Había una vez una chica que vivía en una linda y pequeña cabaña hecha de pan de jengibres y dulces. Siempre dormía. Un día despertó (un día despertó) y el dulce tenía una marca. Su padre le mandó un beso y la casa se cayó. Se dio cuenta que estaba perdida. Se encontró caminando por una calle atestada de gente. Pero las personas eran de papel. Como muñecos de papel. Les mandó un beso de despedida y vio como todos volaban".
No tiene sentido, pero es mejor que no tenga sentido. Te hace sentir. Te hace preguntarte. Te despierta.
"Él me quita la ropa como un hombre hambriento pelaría una naranja. Sus labios prueban mi jugosa dulzura. Mis piernas tiemblan con las suyas. Nos convertimos en un solo ser. Un horno ardiente en el frío cemento del sótano del amor".
Hormonas. ¿Que haríamos sin ellas?
Si estos chicos no tienen miedo de poner sus corazones en las páginas, ¿por qué deberíamos tener miedo de ellos?
Mi hija tiene pensamientos, ¿sabe? y cuestionamientos, o sea... ¿no es sobre lo que esto se trata?
Yo escapé, salí de la prisión por mis propias manos y mucha gente quería castigarme por ello. Mi lucha por la libertad es mía. Conseguite la tuya antes de que sea muy tarde. Salí de esa fábrica de control mental, de ese almacén en el que te metieron, porque no saben que más hacer con vos.
Dejá que las paredes de tu casa de jengibre caigan.
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