Una carta tiene el olor íntimo de los pensamientos que la tocaron.
Tiene un sabor antiguo a algo extinto.
Se oye como un objeto profundo.
Te llega en forma de sonrisa
pensar que alguien se tomó el tiempo de escribirte algo a vos.
Huele a manos que te la hicieron
y ahora están en las tuyas.
Es un intercambio de sentimientos.
Representa todas las miradas cómplices
caricias
narices frías que abrigar
palabras lindas que escuchar
besos suaves que dar
que alguna vez vivieron.
Una carta inmortaliza momentos y sentimientos
llevándolos de frescos a quietos.
Tiene impregnada la escencia de su escritor.
Hace ruido en la mente
las palabras golpean la vista para penetrar los ojos
y navegar más allá
en el imaginario privado que se ve sensiblemente indefenso.
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