El problema no fue que nunca me hayas hecho una carta. El
problema fue que nunca te enamoraste de mí tanto como para escribirme una
carta.
Yo escribo todo el tiempo, por eso te hacía miles de cartas,
porque mi mejor manera de demostrarte amor era por la escritura, porque es lo
que mejor me sale. Vos en cambio eras
más bruto, menos poético, no sé, pero nunca me hiciste una carta.
El problema no era la carta, el problema era el significado
de la carta. No te sientas tan especial, porque escribir para mí es algo de
todos los días, entonces hacerte cartas para mí era algo normal. La diferencia es
que mis cartas para vos eran más sinceras que todas las giladas que escribo.
Vos en cambio nunca me diste una, nunca pude ver tu faceta como escritor, nunca
pode emocionarme por una carta o un poema tuyo, nunca me encontré leyendo y
analizando tu letra, riéndome de cuando tachabas alguna falta de ortografía o
tratando de descifrar que había escrito debajo de esa mancha de tinta. Nunca
toqué el papel y pensé “acá estuvo su mano. Él pensó estas palabras”. Nunca
supe si escribías con lapicera o con pluma, con lápiz, si preferías lapicera
azul o negra, si te manejabas en cursiva o en imprenta, si tenías una letra
jeroglífica o era prolija. Nunca sentí que me quisieras con esa intimidad como
para hacerme una carta, tomarte ese tiempo, hacerla solo para mí y para nadie
más.
Quizás si me hubieras hecho una carta alguna vez, hubiéramos
superado cualquier cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario